miércoles, enero 03, 2007

Revista.

Cosas graciosas de hacer la práctica en una revista para mujeres hecha casi completamente por mujeres:

1. Las guaguas son objeto de culto: No es raro que las periodistas lleguen con sus hijos chicos a la revista, lo que produce inmediatamente un caos de proporciones. Esto empeora seriamente si se trata de un niño de menos de un año de edad, porque a todas se les despierta el instinto maternal y corren a apretarlo como si fuera un pobre oso de peluche. No es raro tampoco ver una acumulación de periodistas rodeando a una guagua. El trabajo se para por algunos minutos y todo gira en torno a él. Después, cada una vuelve a su escritorio.

2. El matute es un mal necesario: Cada vez que una persona cruza la puerta de la revista con una bolsa con cosas para vender, se para todo el trabajo nuevamente. Un montón de mujeres con ansias de comprar y poco tiempo para hacerlo (entre las que, claramente, me incluyo) se tiran encima del pobre individuo que haya entrado. Claro que este individuo no termina tan pobre, porque claramente gana. Y harto. ¿Un ejemplo? Tengo dos calzones que no necesitaba guardados en mi bolso. Porque la oferta es variada. Desde un tipi de indios para que jueguen los niños, hasta trajes de baño argentinos. Todo por sumas nada de módicas.

3. El mundo de las picadas: Todas conocen la mejor tienda de ropa, de zapatos, de calzones, de cosas para la casa o de productos (entiéndase producto como toda aquella sustancia que se pueda echar en el cuerpo y que mientras sirva para más cosas, es mejor). Y están completamente dispuestas a compartirlos.

4. Colegio de mujeres: Por fin creo entender qué se siente estar en un colegio de puras mujeres. Después de haber estado durante 12 años en instituciones mixtas, por fin entiendo cómo es estar rodeada de mujeres todo el día. Sí, hablan más agudo. Pero también hablan más tonteras (bueno, no siempre, pero casi), lo que es

lunes, enero 01, 2007

Año Nuevo.

Hace tiempo que no escribía nada. Y eso que han pasado muchas cosas.
Por ejemplo, faltan sólo 3 días para mi cumpleaños.

Partamos por el principio. Hace dos semanas que empecé la práctica y ha sido bueno. Es extraño esto de estar todo el día sentada frente a un computador, pero por lo menos reconozco que me ha servido un poco para superar mi miedo a hablar por teléfono frente a otra gente. Estos días no ha quedado otra opción y he tenido que hablar. Claro, me doblo y hago todo tipo de contorsiones para que la gente me escuche lo menos posible, pero en una planta libre, sin oficinas, eso es difícil.
Pero también me he dado cuenta que para los periodistas que pertencen a un medio es todo un poco más fácil. O sea, eso que uno, como estudiante, siempre se preguntó, ahora es verdad. Con tan sólo decir el nombre del medio cambia la disposición y ya no es tan usual escuchar el tono lateado o derechamente pesado al decir: Hola, soy estudiante de periodismo, quería hacerle una entrevista.
Es más, el otro día llamé a un señor para hacerle unas preguntas y después que le colgué me llamó él (ojo, él tomó su celular, buscó en la memoria las llamadas recibidas y lo marcó) para decirme más cosas que se le habían ocurrido.
Pero como en todo, hay excepciones. Nunca falta el tipo que cree que su trabajo es lo más importante y que uno no es más que un estorbo. Claro que han sido los menos.

Y eso ha sido un poco mi vida. Con agradables interrupciones como la Navidad o el Año Nuevo.

La noche del 31 de diciembre la pasé en la casa de una de las hermanas de Israel. Comimos pasta hecha en casa, tomamos vino con frutillas y champaña. Nos abrazamos y después nos sentamos alrededor del fuego. Como a las 2 de la mañana ya moríamos de sueño, así que con Israel nos fuimos a acostar.
Y hoy día seguimos celebrando, en la misma casa, pero esta vez con pollos asados. En un minuto, la Fabiola llegó con papeles de arroz para que cada uno escribiera lo que quería para este año. Le hicimos caso y nos pusimos a escribir. Me di cuenta que si todo se cumple, este debería ser un año increíble, pero más que eso, un año de grandes cambios. Ojalá que así sea. Después de eso, cada uno enrrolló el suyo y lo ató con un cordel rojo. En la otra punta le amarramos una piedra. Y lo lanzamos a un árbol.

Espero que todos los deseos se cumplan. Yo haré lo imposible porque así sea.
Un año nuevo tranquilo, pero un nuevo año lleno de cambios.

Además, este 1 de enero descubrí que, contrario a lo que siempre pensé, según el horóscopo chino no soy búfalo, sino rata de madera. Y parece que este año se ve bueno para mí.